Al terminar el cuatrienio Barco en 1990, la urgencia era contener el terrorismo de Pablo Escobar y la primera visión del gobierno de CĆ©sar Gaviria fue apaciguarlo a travĆ©s de una polĆtica de sometimiento a la justicia basada en una oferta judicial de rebaja de penas y no extradición. Bajo el amparo del Estado de Sitio y la gestión del ministro de justicia Jaime Giraldo Ćngel, la fórmula cobró vigencia jurĆdica el 5 de septiembre, a travĆ©s del decreto 2047.
En esencia, ventajas procesales por entrega voluntaria a las autoridades, confesión y colaboración eficaz con la justicia y no extradición, que el gobierno presentó al paĆs como una manera de abrir las puertas a la paz con “nuevo aire de juridicidad”. A prudente distancia, el embajador de Estados Unidos en Colombia, Thomas McNamara, calificó la propuesta como “soberana y novedosa”. Escobar la rechazó porque tenĆa su propio plan.
Sin reponerse de la pĆ©rdida del rey de sus bandidos, John Jairo Arias, “Pinina”, abatido por la PolicĆa en junio; y la de su primo y socio, Gustavo Gaviria Rivero, al cuarto dĆa del nuevo gobierno, el capo sabĆa las intenciones del Estado y consolidó su ataque. Con el seƱuelo de una entrevista al jefe del Eln, el cura Manuel PĆ©rez, Escobar secuestró a un grupo de periodistas del noticiero de televisión Cripton y la revista Hoy por Hoy, integrado por Diana Turbay, Azucena LiĆ©vano, Hero Boss, Juan Vitta, Richard Becerra y Orlando Acevedo.
Cuando el gobierno ya habĆa expedido el decreto 2047 se supo del plagio. Y tambiĆ©n que era apenas el comienzo del proyecto Escobar. El 19 de septiembre secuestró al jefe de redacción de El Tiempo, Francisco Santos. Una hora antes, en su propio restaurante, a Marina Montoya, hermana del exsecretario de la Presidencia, GermĆ”n Montoya.
Se trató entonces de la la hija del expresidente Julio César Turbay; del hijo del director del periódico El Tiempo, Hernando Santos; y de la hermana del exsecretario general del gobierno Barco, a quien que Escobar quiso volver intermediario de su entrega a la justicia. El 7 de noviembre sumó dos rehenes mÔs.
Maruja Pachón, cuƱada de Luis Carlos GalĆ”n y esposa del dirigente del Nuevo Liberalismo Alberto Villamizar; y Beatriz Villamizar, su hermana. Un botĆn de secuestrados contra un decreto que perdió importancia porque nadie se entregó y, en cambio, el cartel de MedellĆn tuvo tiempo para extremar su guerra contra el de Cali, con episodios que la memoria debe preservar. Como el 25 de septiembre en que los sicarios de Escobar creyeron dar con el capo Pacho Herrera y masacraron a 17 hombres, entre gente del cartel de Cali y otros que jugaban fĆŗtbol en una cancha de Candelaria (Valle).
La lucha fratricida que libraban los carteles y agravaba el difĆcil panorama de seguridad para el Ejecutivo. Por eso, el gobierno Gaviria no podĆa esperar a que Escobar o sus pares acogieran o no el decreto 2047. AdemĆ”s del secuestro, el narcotrĆ”fico daba demostraciones de su poder criminal, lo cual tambiĆ©n determinó la expedición del Estatuto para la Defensa de la Justicia (decreto 2790 de 1990) o “Justicia sin rostro”, creado para preservar la vida de los jueces y magistrados que seguĆan en la mira de la mafia.
Un severo rĆ©gimen penal que no encajaba en el ambiente democrĆ”tico de la constituyente en proceso, pero que se hizo realidad con el uso de los testigos ocultos para direccionar procesos, o administradores de justicia conduciendo interrogatorios desde afuera de cabinas oscuras donde los procesados solo oĆan sus voces distorsionadas.
El Instituto de Estudios PolĆticos de Estados Unidos (IPS), en asocio con un bufete de abogados, hace algunos aƱos interpuso una demanda contra la CIA ante una Corte Distrital de Washington, para que entregara información sobre la colaboración que existió entre Estados Unidos y Los Pepes. No existe respuesta.
En Colombia, quedaron testimonios judiciales de cómo Los Pepes, al igual que el Bloque de BĆŗsqueda, reivindicaron la baja de Escobar. A sus 44 aƱos, Ćŗnicamente custodiado por un sicario tambiĆ©n abatido, cayó por fin el capo de capos. La primicia desató el alborozo que ayudó a que prevaleciera la sensación de que la guerra estaba ganada. Al menos Ć©sta, realmente era una victoria de todos: la DEA y la CIA. El EjĆ©rcito, la Fuerza AĆ©rea, la Armada y la PolicĆa. Las autodefensas, los capos del norte del Valle y Cali o los antiguos aliados de Escobar.
Tomado de elespectador
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